Quienes niegan el Holocausto se identifican con los asesinos

11/Feb/2011

Nelson Pilosof

Quienes niegan el Holocausto se identifican con los asesinos

10-2-2011
Por Nelson Pilosof
Que haya quienes se atreven sin pudor a negar el irreversible hecho histórico del Holocausto del pueblo judío, es una de las tantas aberraciones de los tiempos que estamos viviendo.
Se trata de verdades que el tiempo jamás podrá borrar ni atenuar. Ya esta actitud es condenable por sí misma. Negar la historia equivale a tener una falta de conciencia moral, que ofende la memoria de las víctimas injustamente masacradas y humilladas, premia a los  asesinos que perpetraron tanto horror, y es una advertencia ante los peligros que corremos en el presente, judíos y no judíos. Nos quieren cambiar la historia y que la olvidemos. La amnesia histórica no borra el pecado.
Esta moderna clase de émulos del nazismo está estimulando la repetición de uno de los capítulos más abyectos de la historia de la presencia del hombre en este planeta. Se asocian a quienes lideran estas nuevas tendencias, y contribuyen a entumecer la conciencia moral de quienes no advierten este riesgo, y quedan en silencio ante estos potenciales asesinos.
Resulta más condenable el silencio irresponsable de líderes mundiales, que no se animan a alzarse contra semejante actitud. Pareciera que cuando se trata de los judíos, hay gente que tiene  dos padrones diferentes de valores morales.
Recordemos que al terminar la Segunda Guerra mundial, los líderes de entonces confiaron que nunca más volverían a ocurrir tantas desgracias, por la brutal evidencia de las consecuencias generadas en esa época de fanatismos raciales, de violencia descontrolada, de totalitarismos avasallantes, de crueldades inenarrables, de pánico y de exterminio.
Con dolorosa inteligencia, trataron de conservar todos los testimonios posibles de los padecimientos de los pueblos castigados por diabólica locura, de modo particular, la muerte de seis millones de judíos. Los perpetradores de tan ignominiosas conductas, intentaron, sin lograrlo, borrar toda evidencia de sus atrocidades.
Lo que ellos no consiguieron, pretenden hacerlo ahora quienes intentan cubrir con un manto de olvido lo que ocurrió, pero  que nadie jamás logrará que sea olvidado o perdonado. Tan condenables los asesinos de ayer como sus asociados de hoy.
Ya había advertido en 1928 el filósofo alemán Max Scheler, que en la sociedad de su país se estaba produciendo “la subversión de los valores”. Las consecuencias de esa lamentable escalada tuvieron tres fechas que deben perdurar en el recuerdo de la humanidad, si no desea repetir aquellas experiencias: 1933, el ascenso de Hitler al poder, y sus consecuencias; 1939, la invasión de Polonia por las huestes nazis, la pérdida de la libertad y la dignidad de numerosos países, y el inicio por decisión unilateral de la peor de las Guerras habidas en este planeta; 1945, la derrota del nazismo y las tremendas consecuencias causadas a millones de seres humanos. Entre ellos, un pueblo perdió la tercera parte de su población, por el solo hecho de ser judíos. Vergüenza eterna para quienes perpetraron tantos crímenes brutales. Vergüenza para quienes todavía se asocian a aquellos criminales, promoviendo el antisemitismo, y negando simultáneamente el Holocausto.
¿Acaso un antisemita es mejor que un judío? Su condenable soberbia es uno de los riesgos más temibles que se están incrementando nuevamente en la humanidad. Un antisemita odia no sólo a los judíos, sin tener ningún cargo de conciencia. Por hacer prevalecer el odio, odia los derechos humanos, odia la democracia, odia la relación fraternal entre la gente….se odia, en definitiva, a sí mismo.
El peligroso relativismo que avanza como endemia en este mundo de hoy, es el presagio sombrío que una vez más estamos asistiendo a la “subversión de los valores”.
La gente sana de buena voluntad no se puede dejar contaminar por este flagelo espiritual. Debe hacer triunfar los valores positivos, sin caer en la ingenuidad de no combatir a los modernos alumnos de Hitler, impulsores de un nuevo apocalipsis.